La candidata presidencial opositora, Xóchitl Gálvez, llega a las elecciones de mañana como la gran esperanza para quienes desean un cambio radical en México. Representa la opción para quienes temen que el país caiga en un régimen como el de Venezuela, Cuba o Nicaragua. Gálvez, abanderada de la coalición Fuerza y Corazón por México, cuenta con el respaldo de los partidos Acción Nacional (PAN), Revolucionario Institucional (PRI) y de la Revolución Democrática (PRD), antiguos rivales que se han unido en un esfuerzo por evitar la continuidad del oficialismo.
En las calles de la Ciudad de México, la ‘Marea Rosa’ se ha convertido en un movimiento ciudadano que defiende al Instituto Nacional Electoral (INE) y que ha encontrado en Gálvez una figura de liderazgo. Gracia Abarca y Juan Luis Rangel, participantes de la última protesta, valoran positivamente esta alianza tripartita. Rangel afirma que votar por Gálvez es defender a México de un gobierno que, en su opinión, ha fallado en brindar seguridad y libertades. «Tenemos que defendernos de que no todo el poder esté en manos de una sola persona», enfatiza, temiendo un futuro similar al de los países socialistas que menciona.
Gálvez, con una trayectoria política teñida del azul del PAN, se ha destacado por su origen otomí y su capacidad empresarial. Nacida en Tecatepec, Hidalgo, en 1963, y sin un carnet político claro, ha forjado su carrera tanto en el sector público como privado. Fue parte del gobierno panista de Vicente Fox y, posteriormente, delegada de Miguel Hidalgo en la Ciudad de México. A pesar de ser catalogada como la “candidata de la derecha” por el oficialismo, Gálvez se presenta como una opción plural, argumentando que las etiquetas de izquierda y derecha son obsoletas en la política moderna.