Hace quince años, la Playa Punta Negra en Puerto Vallarta era un tesoro escondido conocido solo por unos pocos exploradores intrépidos. En aquellos días, los fines de semana veían solo un puñado de personas esparcidas a lo largo de su costa prístina. No había una entrada formal; para llegar a la playa, uno debía atravesar densos bosques y descender cuidadosamente por un escarpado rocoso. La ausencia de vendedores añadía al encanto intacto de la playa, convirtiéndola en un refugio tranquilo para aquellos que buscaban la soledad en medio del esplendor natural.
Hoy, la playa de Punta Negra cuenta una historia diferente. Una vez un retiro aislado, se ha transformado en una de las playas más visitadas en el sur de Puerto Vallarta. El flujo de visitantes ha traído cambios significativos, tanto buenos como malos. El acceso a la playa es ahora a través de la Carretera 200, marcada por un cartel que lleva su nombre, Playa Punta Negra. La entrada más directa está a la derecha cuando se viaja de norte a sur e incluye una gran escalera construida que da la bienvenida a todos a la playa. Pero esta conveniencia ha tenido un costo.
El camino una vez simple y aventurero es ahora una escalera desgastada que conduce a un puente de madera improvisado en mal estado. El puente, ensamblado con tablas de imitación, representa un grave riesgo de seguridad. El pasaje en sí está lleno de basura, emitiendo un olor desagradable que resta valor a la belleza natural de la playa. Esta situación refleja un problema recurrente en Puerto Vallarta, donde se invierten grandes sumas en infraestructura para aumentar el turismo en ciertas áreas, pero no se asignan fondos para el mantenimiento.